YO QUISE SER MÚSICO
En los primeros años de este siglo era director de la banda municipal de esta villa D. Manuel Moreno, “tío Manuel el albardero” como siempre le llamamos. Padre de Eulalio Moreno Luna y Francisco.
Por no ser prolijo no cito los componentes de la citada banda, sin que exista ningún superviviente, pues todos ellos fueron cayendo bajo la implacable losa del tiempo.
Eran contados los días que por entonces salía a tocar a la calle la música; solo tocaba en la Semana Santa tras los pasos, la consabida marcha fúnebre y los días de la Virgen de Flores y Roca-Amador. Por cierto que el día del petitorio de esta ultima existía una costumbre, hace tiempo desaparecida, la cual consistía en hacerle regalos a la Virgen que luego eran subastados por la chiquillería en las calles de la población. Los regalos, consistentes en melones, racimos de uvas, conejos, perdices, etc., nos los entregaban a los niños, que formábamos dos filas, una por cada acera de las calles, con el precio del objeto a subastar y nosotros íbamos diciendo en monótona cantinela: ¡dos reales; y vale más...! Hasta que salía una mujer que se quedaba con la subasta, con lo cual nosotros entregábamos los cuartos a uno de la hermandad, encargado de ellos.
Sentía yo envidia y admiración a la vez, cuando veía tocar a los músicos, sobre todo a los cornetines y al fiscorno. Les admiraba con los labios inflados, apretados en el centro por la boquilla metálica del instrumento y quizás por superar las notas más estridentes a los demás músicos. Los que a la sazón tocaban los mencionados pitos eran un zapatero apellidado Solana, hermano de un Cabo, Comandante de Puesto de la Guardia Civil, Sebastián Ruiz y Pedro Pérez, los tres zapateros y desaparecidos del mundo de los vivos ha tiempo.
Al cesar tío Manuel, llegó un maestro llamado Molina, de carácter apocado y condición pusilánime, que tuvo la academia en la casa inmediata a lo que hoy es “la Parrita”. Este maestro estuvo en ésta muy poco tiempo. Luego se encargó de la banda un carpintero, llamado Salustiano Sánchez, abuelo materno de los Acosta y Ascensión, que vivió en la casa de la calle Corchuela entonces, hoy Falangista Galván, de cuya casa es propietario en la actualidad D. Celestino Márquez. Allí fue donde yo inicié mis estudios musicales. Recuerdo que la academia estaba en el doblado. Había unos bancos semejantes a los de la escuela, como los que ocupábamos en mi vida escolar los alumnos más pequeños.
Empecé a solfear en el método de Eslava con otros aspirantes a músicos, ya íbamos por la 23 ó 24 lección del citado método, cuando una noche se acercó el maestro para explorar nuestra configuración labial y darnos el instrumento, a juicio de él, más apropiado. Se acercó a mí y dijo: A éste le daré un clarinete. Cuando oí esto, se vino abajo toda la ilusión forjada en mi mente infantil y de esta forma se malogró mi vida lírico-artística. ¡Quién sabe si en vez de designarme un clarinete me asignan un cornetín y hubiese sido un gran músico!
Del año 10 en adelante quedó desecha la banda y alguna que otra vez que salía a la calle, salía sin director o maestro. Uno de los músicos de más edad era el encargado de iniciar la entrada, en la pieza a tocar, que por lo regular era siempre la misma y cuyo título era: “El nº 5”...
El año 19 se hizo cargo de formar una nueva banda el maestro José Moreno Luna, que a mi juicio es cuando la música marchó, tuvo más auge y mayor número de músicos. Esta banda duró bastantes años y el maestro José dejó algunas piezas musicales, tal como dos pasodobles, uno titulado “Encinasola” y el otro “El 17 de Septiembre”, además de una mazurca, alguna marcha fúnebre, etc. etc... Hasta hace muchos años no se deshizo esta banda, aunque con distintos maestros, que salió a tocar, ya me parece haberlo dicho en otra ocasión, por primera vez, el día 30 de noviembre, fiesta de S. Andrés del año 1919.
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