DEL CHAMBERGO AL TIROLÉS
Hace unos días caía en mis manos una revista gráfica del año 12 del siglo corriente en la cual venían los nombres de los primeros españoles que se aventuraron a tocarse su melenuda cabeza con el enorme sombrero de alas desmesuradas que llamaron chambergo. Creo -sin que pueda afirmarlo- que fue una moda importada de Francia, de aquellos personajes que pintó en sus novelas Alejandro Dumas.
Antes de colectivizarse una moda, los primeros en aventurarse a llevarla en atuendo nos parecen seres un poco anormales, bien un poco tocados de la cabeza, bien individuos de una frescura a prueba de bomba, que tratan de tomarnos el pelo a los demás. Una cosa parecida, aunque distinta a los del chambergo, ha pasado con lo del tirolés, pero ésta se ha generalizado mucho más que el chambergo, que fue monopolio de literatos, pintores, escultores, etc., etc... Los primeros en usar el citado sombrero en Barcelona fueron -según la mencionada revista- Santiago Rusiñol y Pompeyo Gener. Santiago Rusiñol era remedo de Daudet y Pompeyo, remedo contemporáneo de los antiguos poetas.
Tardó mucho tiempo en infiltrarse la moda del chambergo en Madrid y durante mucho tiempo fue desconocida en la villa del oso y el madroño, tan llamada a recoger cuanta moda llega del vecino país francés.
Hasta que un día comenzó a verse por las calles madrileñas a D. Alejandro Lerroux, D. Luís Antón del Olmet, Ruiz Contreras, Linares Rivas, Valle-Inclán y otros muchos. No llegó a colectivizarse esta moda, y creo que no llegó a provincias, manteniéndose en Barcelona y Madrid y en alguna otra capital como Valencia, que por ser patria chica de Mariano Benlliure, lo llevaría el insigne escultor por la calle de esta capital. Yo todavía cogí, en mis primeras escapatorias a Madrid, a algún que otro hombre tocado con el chambergo y uno de ellos fue D. Eduardo Barriobero y Herrán. En cambio, el tirolés ha llegado, si no en profusión, en bastante cantidad, hasta el último pueblo de España.
Candelario López
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