sábado, 15 de mayo de 2010

MANOLICO EL “CANTAOR
Memoria necrológica

Víctima de un desgraciado accidente, falleció el 26 del pasado mes de Julio Manolico el “Cantaor”. No hace muchos meses me ocupaba de él en Ecos de Flores, como personalidad de relieve en el cante “jondo”. Entonces le hice una pequeña y sucinta semblanza con más o menos datos biográficos, ajeno a que pasado muy poco tiempo, tendría que hacerle ésta, embargado por el sentimiento.

Manolito, a pesar de las dificultades económicas de la vida, vivía alegre y casi feliz. Tenía un sentido práctico y humorístico de la vida a la vez. A todos aquellos que le brindábamos amistad, nos manifestaba con entusiasmo y alegría sus proyectos para cuando cobrara el subsidio de invalidez, así como la recaudación del día. Ya no tendré necesidad de pedir, nos decía el día anterior a su muerte. Con lo que voy a cobrar ahora y lo que me den después de paga tengo para vivir. Acariciaba esta idea que la muerte le truncó en unos minutos. ¡Pobre Manolito! Nació para el cante, vivió para el cante, vivió cantando y cantando murió. Unas horas antes de su muerte salía de su casa como todas las mañanas, cantando y la muerte le salió al paso en su barrio de la “Cebá”, truncando sus proyectos, sus ilusiones, sus esperanzas…

Tengo la seguridad que todos los marochos, dispersos por el mundo, habrán recibido la fatal noticia a través de la correspondencia familiar. ¡Cómo le echareis de menos cuando volváis a Encinasola! Su constante deambular desde bien temprano, en pregón matutino de la sandía y el tomate, hasta las altas horas de la noche, se veía constantemente por el pueblo. Lo mismo en las bodas que, acompañando a los quintos en las fechas de sorteo o marcación, o en presencia de algunos forasteros, hacía alarde de su cante ¡Cómo conservaba sus facultades artísticas, de las que sabía hacer gala! –en cambio poco a poco iba camino de la ceguera; la vista le iba faltando de día en día y muchas veces pasaba por delante de mí y como no me sintiera hablar, no me decía nada. ¡Cómo agradecía le aplaudieran y le jalearan, cuando cantaba! En cambio se consideraba ofendido, si no se le escuchaba con interés o se le hacia menos aprecio a su canto.

Cuando alguien le pedía que cantara tarantas, él anteponía: “Este cante necesita pulmones y pecho, este es un cante muy trabajoso”. Son muchos también los forasteros que le echarán de menos; aquellos a quienes sorprendía que un hombre tan viejo y diminuto cantara con aquella voz tan potente.

La popularidad de Manolito se manifestó bien patentemente el día de su entierro. En ese día bajaron al barrio de la “Cebá” hombres de todas las clases sociales de Encinasola para acompañarle en su último viaje, disputándose el honor de llevar el féretro, como muy pocas veces vi en mi larga vida, asistiendo a muchos entierros.

¡Pobre Manolo! Sea para ti esta modesta crónica o elegía como ofrenda, como una rosa que pongo ante la tumba del marocho más popular que conocí en mi vida


Ecos de Flores, núm., 15 agosto 1964

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