lunes, 5 de abril de 2010

PELADORES DE OVEJAS

Modelo de organización, cordura, armonía y disciplina fueron siempre en nuestro pueblo las cuadrillas de esquiladores de ovejas. Conocí durante muchos años dos cuadrillas con sendos manijeros que les dirigían y a quienes obedecían y respetaban como si se tratase del Capitán de una Compañía ante sus soldados.

Las denominaban la cuadrilla de abajo y la de arriba y no tuve noticia de que hubiese rencillas, altercados ni rivalidades entre ellas. Cada cual pelaba lo que podía y los ganaderos tenían de un año para otro comprometida la cuadrilla.

Generalmente por aquellos tiempos de primeros de siglo trabajaban “a de comer” y era digno de observar como al sentarse a la mesa para el yantar, lo mismo que al levantarse una vez terminado, esperan la voz del capataz que decía: “De salud y provecho sirva”. Y hasta entonces nadie osaba levantarse. Más digno de admiración y elogio es todo esto si tenemos en cuenta que el 50 % de los componentes de las cuadrillas eran analfabetos.

Durante muchos años fue capataz de una cuadrilla un hombre que vivió a la entrada del Arrabal Mayor que se llamaba Dionisio, y se conocía mayormente por el sobrenombre de “Castañuela”.

Sin estatutos ni reglamentos hacían de las costumbres y tradiciones leyes inapelables. Tenían como base no admitir a nadie que no fuese hijo del cuerpo y así se conservaba de padres a hijos y de generación en generación la pureza de la disciplina y el respeto.

El nombramiento de manijero se hacía convocando una reunión de la cuadrilla y sin votación ni plebiscito se procedía a nombrar al capataz. Unos miembros de la cuadrilla proponían a ésta el que había de ser el nuevo manijero, y los reunidos daban su aprobación. Siempre recaía el cargo en un hombre que por su seriedad y conducta, a más de competencia profesional, fuese digno de ejercer el cargo.

Lo que no he podido averiguar nunca, por más que lo he investigado, es por qué se consideraban tan ofendidos todos los miembros de cualquier cuadrilla o edad cuando alguien, - oculto en cualquier sitio, porque a la vista de ellos era peligroso – les lanzaba la palabra “Tallanca”. En mi diccionario no la encuentro, pero sí me consta que era el peor insulto que podía dirigirse a un esquilador de ovejas de aquellos tiempos.

Ecos de Flores, núm. 101, 01 diciembre 1963

2 comentarios:

Carmen dijo...

Pepe, como puedes ver he vuelto a leer los escritos de Candelario, hoy solo me ha dado tiempo a leer este y como siempre me ha gustado mucho.
A partir de ahora voy a visitar tu blog amenudo, así que volveré a darte faena aceptando mis comentarios.
Saludos.
Carmen

Valonero dijo...

Carmen.
Me encanta esa faena, bien lo sabes
A ver si te animas y nos deleitas con tus escritos en tu blog
Valonero