viernes, 15 de enero de 2010

EL PETRÓLEO MAROCHO

Cualquiera que lea el título de esta Crónica, creerá que hemos sido favorecido con uno de esos yacimientos petrolíferos, que tanto se afana el hombre en descubrir y que tanto ha dado que hablar, hace unos meses, en la provincia de Burgos.

Pues no señor; ni los marochos ni su comarca tienen petróleo por ahora. En cambio, uranio sí que tenemos, y de buena ley. Según me informaron en mi reciente viaje a Madrid los empleados que están en el laboratorio y que su cometido es hacer los análisis. Así sea, y que entre pronto en explotación para bien de Encinasola y de la comarca.

Al petróleo que me voy a referir es aquel que a primeros de siglo, y bastantes años después, se vendía, calle por calle y de puerta en puerta, en nuestro pueblo, ya que en la citada época no se conocía en nuestro pueblo ese invento maravilloso que es la electricidad.

Uno de los primeros, o el primero que conocí como vendedor del “oro negro” fue a un carabinero retirado, que vivía en los Arrabales y que se llamaba Carlitos. Llevaba un recipiente de lata, donde guardaba el preciado liquido, y unas medidas de distintos tamaños, que colgaban de un lado del recipiente y que iban de mayor a menor hasta una diminuta que costaba cinco céntimos.

A la muerte del mencionado señor, le sustituyó su hijo Isidoro, el cual no pudo ingresar en el Instituto al que perteneció su padre, por falta de talla y se dedicó a vender petróleo, como su antecesor. Éste tuvo un competidor, que aún vive – y sea por muchos años – que se llamaba Domingo, “el del petróleo”, luego, mas tarde, conserje del cementerio, hoy jubilado.

El último que conocí, dedicado a esta industria, fue uno que vivía en la última casa de la “Porta”, de la cera de la derecha según se baja. Éste marchó a Huelva, hace muchos años, donde residirá, si no ha muerto.

Ademas se vendía el petróleo en muchos comercios, venta que se hacía aún muchos años después de conocerse en Encinasola la electricidad, que ya he dicho alguna vez más, que fue el año 7 del presente siglo. No se volcó el pueblo, como suele decirse, en poner la luz eléctrica, toda vez que por aquellos tiempos se consideraba como un artículo de lujo y la gente iba entrando poco a poco, como luego ha pasado con las radios, transistores, televisores , etc., etc…. También el alumbrado público fue durante varios años suministrado por petróleo. Eran contados los faroles que existían y muy dispersos. Los dos del paseo, que han desaparecido y alguno que otro en las esquinas de las calles más céntricas y otro en la puerta del Ayuntamiento. Estos faroles eran alimentados por el alguacil municipal, que era el encargado de encenderlos y apagarlos todas las noches.

Por los tiempos que anteriormente cito, todavía cantaban los serenos las horas de la noche, sin que pueda precisar exactamente la fecha en que desapareció en Encinasola esta costumbre.

Ecos de Flores, núm., 15 septiembre 1964

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