martes, 15 de diciembre de 2009

NOCHEBUENA EN ENCINASOLA



De año en año se va perdiendo en nuestro pueblo la riqueza folklórica de los villancicos lugareños. Y es que los tiempos han cambiado totalmente para conservar en su pureza las canciones antiguas.
Cuando yo era pequeño, a partir de la feria de San Andrés solían reunirse las chicas de unas calles o barrios en torno a la candela y allí se ensayaba hasta Nochebuena los domingos y días festivos.
Han pasado las coplas y canciones de generación en generación gracias a que a estos ensayos solía agregarse algún miembro de la casa o algún vecino de la misma que, sintiendo la nostalgia juvenil, tomaba la dirección transmitiendo su clasicismo y pureza a la reunión.
En esos días se oyen grupos de campanilleros que se acercan a las emisoras de radio para interpretar villancicos. A poco observador que se sea comprobaremos que no hay uno siquiera que tenga la variedad y ritmo como los nuestros. En Encinasola se puede estar cantando villancicos sin temor a que se agote la letra en muchas horas.
Y otro tanto ocurre con la música o ritmo. La radio, este invento maravilloso, ha contribuido mucho a ir desterrando estas manifestaciones folklóricas que perduraban en los pueblos a través de los años. La letra también sufre las alteraciones de los tiempos pues la musa popular adultera y corrompe su tradición y pureza primitiva.
De las más antiguas que recuerdo son las que se inspiran en algún pasaje bíblico o martirio de Santos, como ésta:


Aunque vivo me desuellen,
como a San Bartolomé,
me echen el pellejo al hombro,
no te dejo de querer



Y ésta otra



Estoy como San Lorenzo,
encima de la parrilla,
en los labios la sonrisa
y achicharrado por dentro



Otras inspiraron los quereres prometidos recíprocamente entre enamorados, como por ejemplo:


Pasó la Nochebuena
no vi tu cara,
para todos fue buena
para mí mala.



O como ésta que pone de manifiesto la tristeza con que despide a su novio:



Amor mío, amor mío,
vuelve mañana
que es muy larga la ausencia
de una semana



Es lástima que los marochos no hayamos tenido algún músico que llevara al pentagrama muchas de estas canciones. Creo que merecía la pena.



Candelario López


Ecos de Flores, num. 30, 15 enero 1961

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