lunes, 15 de junio de 2009

LAS MACETAS

Las macetas, aparte la ornamentación de fachadas, ventanas, balcones, etc…, tienen la policromía, la frescura, el encanto que capta la vista cuando entramos un pasillo adelante en una casa y a un lado u otro hay macetas.

Pero no solamente tiene la maceta estas cualidades que anteriormente cito. La maceta, allí donde está es, a mi juicio, símbolo de cultura, de delicadeza y arte. Cuando hace unos años mi buen amigo y Director de los Grupos Escolares, don Eladio Carvajo, empezó a sembrar rosales, geranios y arbustos en los Grupos, confieso sinceramente, yo creí que estaba perdiendo el tiempo, toda vez que serían arrancados o destrozados en una de esas noches en que la juventud noctambula por las calles de la villa y sobre todo en las noches que preceden al sorteo de quintas o de marcación. Cuando observo que van transcurriendo los años y los rosales son respetados y amanecen un día y otro incólumes, no salgo de mi asombro. Lo mismo ocurre con la profusión de macetas, pequeñas o grandes, que cuelgan de las fachadas de las casas y que están al alcance de la mano de cualquier hombre, mujer o chiquillo y son respetadas una y otra noche.

En mi juventud existió en mi pueblo una absurda, estúpida y semisalvaje costumbre de destruir las macetas en una noche determinada del año – exactamente la noche de San Juan – que se dejaban en los balcones la citada noche. Se tenía predilección en destrozar los claveles. Las dueñas de las casas que tenían macetas en las ventanas o balcones solían quitarlas o entrarlas en el interior, porque sabían de antemano que la que quedara en la calle era destrozada indefectiblemente. Afortunadamente hoy parece ha sido desterrada de Encinasola aquella costumbre, aquella fobia a la floricultura que bien poco decía en favor de la cultura de un pueblo.

Hoy los marochos que hayan estado ausentes de la patria chica durante varios años, tienen que notar a la llegada a ésta la profusión de macetas que cuelgan de las fachadas, que adornan balcones y ventanas y que no solo son respetadas por el publico, sino que no hay quien se atreva a arrancarles una rosa ni un clavel o un geranio, de lo cual podemos vanagloriarnos los marochos.

Ecos de Flores, núm., 138, 15 de junio.1965

1 comentario:

caren dijo...

Es una maravilla ver en cualquier pueblecito andalúz los balcones llenos de macetas. El contraste de las fachadas blancas y el colorido floral alegran la vista a cualquiera.
!!Pero que brutos eran en tu pueblo!!
Un abrazo.
M.Carmen