domingo, 15 de febrero de 2009

LAS QUINTAS

U
na de las cosas desaparecidas o llamadas a desaparecer en breve plazo es la celebración de las quintas.

Antiguamente, el día del sorteo de quintas – creo haberme ocupado en alguna otra ocasión de esto – era en Encinasola un día de gran animación, de festejos, aunque también de lágrimas y penas.

Era costumbre inveterada que con cuatro meses de antelación al día del sorteo los mozos del reemplazo correspondiente al año en curso, cantaban por la noche tradicionales coplas, alusivas al sorteo de quinta.

Cantaban igualmente los que marchaban a la Zona para incorporarse a filas y también lo hacían los de otras quintas venideras, sobre todo aquellos que habían de sortear la quinta próxima, que prodigaban mucho la siguiente copla:

No soy quinto de hogaño
pero me tienen
apuntado en la lista
para el que viene.

Coincidía muchos años con el carnaval, ya que el sorteo era a la sazón el tercer domingo de febrero y entonces la animación se incrementaba con este motivo.

Desde unos años antes del sorteo empezaban a conocerse y tratarse y se abría entre ellos una corriente de simpatía y amistad, que perduraba muchas veces casi toda la vida, ya que convivían muchas noches en comilonas y cantos. Se daba el caso en muchas ocasiones que de pronto se reunían los quintos y empezaban a cantar, y a su paso por las calles, daban a al puerta del domicilio del quinto que no iba en la reunión, que indefectiblemente tenia incorporarse a la misma, los padres transigían – unos de bien grado, otros a la fuerza – ya que, mientras el quinto no se incorporaba a la reunión no se marchaban los compañeros de su puerta.

Existía entonces la superstición de que el quinto que no cantara no era favorecido con un número alto que le eximiera del servicio. Soy el primero en reconocer que los quintos de aquella época cometíamos desmanes y barbaridades, pero también le reportaban algunos beneficios al vecindario de entonces.

Por aquellos tiempos la luz eléctrica sólo duraba hasta las 12 de la noche, y en las noches de viento y agua, tan frecuentes entre nosotros, en el mes de febrero, en el que aquilón ruge y brama, como que parece derrumbar las casas, al sentir cantar los quintos, se elevaba el animo y se cobraba valor. también era costumbre que en los tres o cuatro días, después del sorteo se celebraran entre los quintos, que no se reintegraban al trabajo, comilonas, generalmente ofrecidas por los que habían obtenido números altos, que los eximían de incorporación a filas.

Hay a mi juicio algunos factores que han contribuido de una manera eficaz a que vaya despareciendo esta tradición:
  1. Que el servicio obligatorio ha hecho que desaparezca la emoción e interés del sorteo.
  2. Que ya no existe la pesadilla de Marruecos y
  3. La reducción del tiempo en filas del recluta.
Todo ello ha contribuido a quitarle animación al día de quintas, que era uno de los de más gentes en las calles de la villa marocha.

No quiero cerrar esta crónica sin dedicarle un recuerdo cariñoso de gratitud y agradecimiento al pueblo acogedor, hospitalario y generoso de Valverde del Camino, que tuvo siempre, durante el tiempo que radicaba allí la Zona para el alojamiento de los quintos.

Cuando hago esta crónica suena la una de la madrugada en el reloj de la torre; el mas profundo silencio reina en la población. Llego a mi casa y me pongo a repasar la prensa, cuando dan las dos oigo un ruido lejano. ¿Serán los quintos? – me pregunto - ¡No! Era un gato enamorado llamando a su hembra con ese maullido tétrico y lastimero.

Ecos de Flores, núm., 15 marzo.1965

4 comentarios:

Carmen dijo...

!!!Genial el relato de Candelario!!!
Un abrazo.
Carmen

Carmen dijo...

!!!Genial!!! Me encanta la manera de contar las cosas de Candelario.
Un abrazo.
Carmen

Anónimo dijo...

Magnífico como siempre Candelario. Que forma mas amena de transportarnos a esa época por muchos añorada.
Saludos.
Pilar

Anónimo dijo...

Magnífico como siempre Candelario. Que bien sabe llevarnos a esa época por la que algunos sentimos nostalgia.
Saludos.
Pilar