jueves, 15 de enero de 2009

SAN SEBASTIÁN

C
uando el 20 de enero, a las 6 de la tarde, salía de mi casa para reintegrarme al bar me produjo extrañeza ver iluminado por fuera el flamante y recién inaugurado cine marocho. Unos pasos más adelante vi que salían del estanco unos jóvenes en traje dominguero – hoy el clásico cuero – que ha sustituido a la también clásica frisa de antaño.

Comencé a pensar y caí en la cuenta de que era el día de San Sebastián Caballero – saca las mozas a bailar – según el refranero marocho. Me costó trabajo creer que era esa fecha, ya que hace 30 ó 40 años y menos tiempo también, era un día de fiesta de bastante importancia en nuestro pueblo. Con él se iniciaba el carnaval, aquel carnaval tan alegre como inocente de las corredoritas, el disfraz y las pandillas de mozas y mozos que pululaban por las calles cantando canciones y vestidos, ellas con el refajo amarillo y la hoja de naranjo o limonero y ellos, los más, con atuendo de mujer y el clásico bastón de hierro. En las corredoritas se experimentaban las emociones al contacto de la mano de la mujer amada, cogida de la mano y cantando las tradicionales y antiquísimas coplas del folklore marocho.

Por aquellos años, que anteriormente cito, venían ese día a parar todos los obreros del campo, quedando paralizadas las faenas agrícolas. Las calles del pueblo se animaban con máscaras y las pandillas recorrían el pueblo en todas direcciones.

Hace años que venía en decadencia el día de San Sebastián, pero hasta hace pocos, todavía se veían en la Plaza corros de niñas, que evocaban con sus canciones infantiles reminiscencias de otros tiempos. Ya no quedan ni vestigios de lo que fue ese día entre nosotros. Las máscaras, las pandillas de mozos y mozas, cantando en alegres comparsas, se han esfumado como el tiempo.

Y para no mentir, lo único que ha quedado – para vergüenza de los marochos – es el salvajismo de los “cacos”. Esos mozalingrones de 12, 14 y 16 años, que campan por sus respetos, arrojando a las casas todo el haz de inmundicias, cristales, basuras, etc., etc… con gran peligro y riesgo de los dueños del inmueble que están tranquilos en sus hogares y que pueden ser heridos en cualquier momento, si no se obligan a cerrar la puerta y recluirse en su casa hasta que cese el salvajismo de los “cacos”.

Ecos de Flores, núm. , 15 febrero .1965

1 comentario:

Carmen dijo...

Pepe me tienes que reconocer que un poco brutotes si que eran en tu pueblo.
Lo digo con todo el cariño.
Un abrazo.
Carmen