martes, 25 de noviembre de 2008

LA FERIA DE SAN ANDRÉS EN EL AÑO 1910

Fácilmente reconstruyo la Plaza con sus numerosos puestos, en la feria anteriormente citada. Apenas entrábamos en la Plaza por la esquina de la torre formábamos en fila india, obligados por los puestos de sartenes, que a una y otra acera, no dejaban más espacio que una estrecha vereda, por la que había que adentrarse al centro.

En la esquina del paseo, lo que hoy ocupa el quiosco de la música, se ponía una mujer ya mayor con un puesto de herramientas de labranza, hachas, hoces, cuchillos de limpiar olivos, etc., etc.
Esta mujer que vino muchos años, venía nada menos que de Don Benito (Badajoz).
Por el centro de la Plaza en fila recta, iban los puestos del turrón; primero el del Tío Pérez, exquisito y bien trabajado turrón, que no tenia nada que envidiar al de Alicante. Luego le seguía uno de dos señoras ancianas que venían de Villafranca de los Barros (Badajoz), después seguía un señor de Almendralejo (Badajoz), con turrón, calabazate, peras en dulce, batatas y unos caramelos que además de endulzar el paladar, llevaban una copla en el papel de envoltura, que hablaban de amor, del corazón y de quereres muy propios para enamorados.
Más al fondo un puesto de objetos de madera, cuyo dueño, de Jerez de los Caballeros, una vez terminada la feria, no tenía prisa en volver a su pueblo y se quedaba unos días rindiendo culto a Baco. Inmediato a este puesto estaban las zanahorias y lo que dio renombre a la feria, los nabos.
Le seguían dos puestos de churros, donde también se despachaba el rico aguardiente de la “tía” Orosia. Sobre la pared de lo que fue posada de “tía” Nicolasa, el tiro de la corcha.
En el cuarto de la posada, los cristobitas o marionetas, precursores del teatro y del cine. En la fachada de Tapada el reluciente metal de los veloneros de Lucena.
Adosados a la pared del Ayuntamiento en todo lo que coge la fachada, puestos de juguetes, hasta el número de cuatro o cinco.

Muñecas y cunas pequeñitas como para el desarrollo del cariño maternal en las niñas y en brutal contraste, escopetas, tambores y sables, mortíferos cañones y atributos bélicos, como presagio a las guerras que venimos padeciendo la humanidad.
Desde la puerta del hoy Juzgado de Paz a la esquina del Sr. Vallejo los puestos de la lata monopolizados por los lateros de Jerez de los Caballeros.
Tinajas para aceite, cántaros, farolas, etc., etc. En donde había un hueco, una mesa con pares y nones y otra de esas que se ven en todas las ferias, que al coincidir en la rayita premiada le dan al jugador un pitillo Ideal.
Además de los puestos ya citados, dos de loza que hacían una rifa a cinco céntimos una carta y el favorecido tenía derecho a elegir una pieza o lote de las que se exhibían.
Por las calles del pueblo, los vendedores de lienzos, panas, ceñidores, - prenda que vamos relegando al olvido – pimienta y tripa de vaca.
Las tres posadas que a la sazón tenía Encinasola, se veían atiborradas de feriantes y algunos tenían que alojarse en casas particulares.
Muchos lectores se preguntarán ¿Dónde paseaba la gente? Pues muy sencillamente. En aquella fecha no subían a la Plaza nada más que los chiquillos, los novios y los aspirantes a novios. La gente mayor, los hombres, se pasaban la feria jugando a los naipes y bebiendo aguardiente, y las mujeres alguna que otra subía, no reteniendo la visita hasta la mañana del cuarto día en que se efectuaban las compras: sartenes, latas, turrones, juguetees zanahorias, etc., etc. Esto de comprar este día era rigurosamente tradicional. Como también lo era, - desde mi niñez – la tómbola.
Como el tiempo, unas veces lluvioso y otras frío, no permitía el pasear, cuando el tiempo favorecía, con alguna tarde apacible de sol, bastaba con el paseo y sobraba espacio.
Como número de máxima atracción y mayor novedad de aquellos tiempos era un fonógrafo que se instalaba en el Juzgado Municipal (hoy Cuerpo de Guardia de los Agentes de la Autoridad), que costaba el oírlo quince céntimos y que se oía, mediante unos diminutos auriculares que se introducían en los oídos. Al frente de este aparato estaba Maximiliano Páez.
Y ya diremos de pasada, que la banda de música, salió a tocar por primera vez el día de San Andrés del año 1919. Siendo organizador y maestro el inspirado compositor don José Moreno, de esta localidad.

Veloneros de Lucena, con su pregón manual, que vendían a la morena el reluciente metal. El viejo de Villafranca, con el turrón de piñones, caramelos y bombones y la peladilla blanca. ¡Ay! Feria de San Andrés, de la tinaja y farola, de mil novecientos diez, del pueblo de Encinasola.

1 comentario:

Carmen dijo...

Vaya manera de narrar la de Candelario, me da la sensación de que he estado viendo todos los puestos de la feria.
Saludos.
Carmen