PROFECÍA CUMPLIDA
Corría el año el año 1945 y en la primera quincena del mes de enero, exactamente el día 12, cayó sobre Encinasola una nevada que alcanzó unos 10 ó 12 centímetros de espesor, cubriendo con su blancura calles y tejados. Pocas veces ha ocurrido aquí entre nosotros lo que en aquella ocasión, pues por regla general ha llovido más o menos copiosamente después de la nieve.
Cotidianamente, solía yo dar un paseo en el citado año por el camino denominado la “Retuerta” hasta llegar al Cabadal. Antes de llegar a la Cerca del Pájaro hay un cercado cuyo dueño era, es y lo sea por muchos años, tío Quico Marta – no recuerdo los apellidos para mejor orientación de los lectores – con quien echaba un cigarro y un rato de charla, que por lo general versaba sobre asuntos climatológicos y cambios atmosféricos.
Fue transcurriendo el mes de enero sin que la deseada lluvia llegara. Consultando el caso con dicho señor, quedose pensando un poco y contestó lo siguiente: Este año va a ser una ruina, no espere usted que caiga una sola gota, mientras no cumpla la nevada los noventa días.
Llegó febrero y, en efecto, se iba cumpliendo el vaticinio del tío Quico. Todas cuantas señas hay aquí de agua faltaban: Los pájaros bañándose, las señas de tormenta, el viento de la mar, barrón en el poniente, etc. etc.
Pasó febrero y llegó marzo sin que la tan deseada lluvia llegara. Fue transcurriendo día a día este mes y aunque hubo días nublados – haciendo honor al refrán de “marzo pardo”- que hacían concebir a los agricultores algunas esperanzas, no vino a remediar la desgracia ni la más ligera niebla.
La sementera se fue secando, la hierba lo mismo, hubo que vender el ganado a precios irrisorios y la cosa era una tragedia.
Llegó el mes de abril; yo iba consultando casi a diario; él seguía obstinado en su profecía y yo me iba persuadiendo de que el vaticinio se cumplía y en efecto el 12 de abril – exactamente la fecha señalada – y cuando faltaba media hora para expirar el plazo, unos truenos, precursores de la tormenta, hicieron que cayeran las canales de los tejados de la villa durante media hora; en Higuera y Fregenal fue más abundante la lluvia.
Ya quisiera el “Hombre del Tiempo”, Mariano Medina, poder vaticinar y predecir los cambios atmosféricos con una precisión tan matemática como el tío Quico.
Candelario López
Ecos de Flores núm. 87, de 01 de junio de 1963
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