COSTUMBRES EXTINGUIDAS
Era yo mozalbete cuando conocí una costumbre en nuestro pueblo, hace ya bastante tiempo desaparecida. Consistía ésta en rezar veinticinco Credos el día 25 de Marzo, día de la Encarnación, para lo cual se proveían- sobre todo las mujeres – de veinticinco chinos arrojando al suelo, a cada rezo, uno, hasta desaparecer los veinticinco.
Lo conocí ya en verdadera decadencia y apenas subía gente a la Peña; sitio que yo recuerde era el preferido a la sazón por la gente de aquellos tiempos. Los enamorados subíamos con las novias y teníamos que guardar absoluto silencio en tanto las futuras esposas conservaran un chino en la mano.
Llamaba mi atención ver subir penosamente a mujeres, verdaderamente ancianas, embebidas en el rezo, en una ascensión molesta y trabajosa, como es subir a la Peña, aunque sea lentamente.
He pensado muchas veces el porqué de ese sitio y no otro más afable y menos fatigoso, ya que ningún santuario o ermita hay por el mencionado lugar. ¿no sería como una promesa por lo fatigoso del sitio? El otro día hablaba yo con una mujer de mi edad, poco más o menos, y me decía que no solamente era ese sitio el indicado o predilecto de la gente para dicho cometido, sino que era cualquier lugar de las afueras del pueblo.
Hace ya la friolera de medio siglo que dejó de existir esa costumbre.
Ecos de Flores núm. 91, de 01 de agosto de 1963
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En la primera década del siglo en que vivimos era costumbre inveterada correr los caballos en la hoya de la Fuente al regreso de los hermanos de la Virgen de Flores, después de dejarla en el Santuario, cuando la fiesta era en el pueblo. Huérfano a la sazón el pueblo de diversiones, era un acontecimiento el ir a esperar la vuelta de la Hermandad, y el pueblo se desplazaba ese día a ver probar la velocidad de las cabalgaduras así como la destreza y condiciones de equitación de los caballistas.
No faltando tampoco quien, habiendo abusado un poco del morapio, venía en un mulo o en un asno, como siempre fue el famoso escudero de don Quijote de la Mancha, y también éstos echaban a cuarto a espadas, provocando la hilaridad de la concurrencia.
Hubo jacas y caballos que sostuvieron el record de velocidad durante varios años, igual que los campeones deportivos. Las carreras se celebraban partiendo desde donde existe hoy la corta de la carretera, hacia el Cerro de las Cortes, donde algunos caballos se inclinaban en el callejón del mencionado Cerro, impotentes sus jinetes para contenerlos en su carrera. Y todavía existen, si no los caballos, algunos de los jinetes que los montaron.
De esta costumbre surgió la carrera de cintas, para la cual, distinguidas señoritas de la localidad, hoy verdaderas ancianas, bordaron unas cintas que colgaban de unos palos, como si fuesen los de una portería de fútbol, en cuya punta de las cintas iba una argolla, por donde el caballista tenía que entrar un puntero, con el caballo a toda velocidad, y llevarse la cinta en la carrera.
No recuerdo bien cuantos años se celebraron dichas carreras; no debieron de ser muchos, porque en el ultimo que se celebró hubo disparidad de criterios, por si uno de los corredores se había llevado una cinta de manera más o menos ilegal, ya que el caballo corría a poca velocidad, o lo que es lo mismo iba corriendo poco menos que al trote, y para ser bien llevada la cinta, tenía que ser a todo cuanto el caballo pudiese correr.
Solía amenizar estos espectáculos la banda municipal que esa tarde se encontraba en la hoya de la Fuente, y los músicos también se dividieron sobre la legalidad o no legalidad al llevarse la cinta. Como no se ponían de acuerdo, no pudieron tocar como en otras tardes, y por tanto el Alcalde mandó llevar al depósito municipal a unos cuantos músicos, lo que fue causa de una alteración de orden público, siendo ésta la causa principal de que desapareciera en nuestro pueblo la mencionada costumbre.
Ecos de Flores núm. 92, de 15 de agosto de 1963
1 comentario:
Curiosas las costumbres de tu pueblo.
Un abrazo.
Carmen
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